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¿Qué se siente al saberlo todo?
¿Qué se siente al saberlo todo?

28/FEB/2023
28/FEB/2023

 

Pedro Meseguer

Escucha este nombre: Isaac Asimov. Es muy posible que te suene como un autor de novelas de ciencia ficción del siglo XX, al menos eso es lo que yo creía hasta hace poco, con mi conocimiento generalista y difuso. Al indagar más en su figura confirmé su dedicación a la ciencia ficción en la que escribió novelas fabulosas, pero descubrí su vertiente de divulgador, tanto en la dimensión científica como en la histórica, y su faceta de novelista de misterio. Un autor con una enorme producción —publicó en torno a cuatrocientos libros en toda su vida—, unos conocimientos enciclopédicos, una memoria formidable y una imaginación desbordante. Su amigo Kurt Vonnegut, otro autor estadounidense, un día le preguntó: «¿Qué se siente al saberlo todo?».

            Veamos su historia personal. Isaac Asimov nació en Petróvichi (Rusia) a finales de 1919; era el primer hijo de una familia de ascendencia judía. Tres años después, los padres con dos hijos pequeños emigraron a los Estados Unidos y se establecieron en el barrio neoyorquino de Brooklyn. Allí su padre regentaba una pequeña tienda de golosinas y semanarios, y el joven Isaac se aficionó a las revistas de ciencia ficción que leía a escondidas. Estudió química en la universidad de Columbia, trabajó para el gobierno en la época de la Segunda Guerra Mundial, se doctoró y finalmente entró en la universidad de Boston como profesor de bioquímica. En paralelo, comenzó a publicar relatos originales de ciencia ficción en las mismas revistas que había leido de adolescente. Todo esto sucedió en la década de los 40, y diez años más tarde comenzó a publicar libros. Entre los primeros destaca la colección de relatos Yo, robot (1950), en donde aparecen sus famosas tres leyes de la robótica. Las narraciones están hiladas en torno a la robopsicóloga Susan Calvin, con una estructura sencilla: tras toda su vida laboral en la empresa “US Robots & Mechanical Men Inc”, ella se retira y un periodista la entrevista, situación que sirve de excusa narrativa para introducir los relatos. A partir de ese año, Asimov imprimió una endiablada velocidad de crucero a su producción literaria. Escribió tres grandes novelas de ciencia ficción: Fundación (1951), Fundación e Imperio (1952) y Segunda Fundación (1953), que recibieron un premio a “la mejor serie de ciencia-ficción de todos los tiempos”; posteriormente añadió cuatro novelas más a esta secuencia, dos precuelas y dos secuelas. En 1958 dejó sus labores universitarias para dedicarse exclusivamente a la literatura. En las décadas siguientes su figura se popularizó, acompañada de su característica imagen —con las singulares y pobladas patillas de boca de hacha y las gafas de pasta negra. Al final, la vida le atacó: en una operación quirúrgica se contagió de SIDA y murió unos años después, en 1992.

            Como divulgador histórico se centró en los imperios de la antigüedad y en los procesos de formación de diversos estados. Produjo 14 títulos de esta temática, en una serie que informalmente se ha venido a llamar Historia Universal Asimov. Desarrolló más su faceta de divulgador científico, tocando diversos temas: astronomía, fotosíntesis, el mundo subatómico, el código genético, etc.

El primer libro de divulgación científica que escribió se titula Momentos estelares de la ciencia (1959), donde desgrana 26 episodios que fueron esenciales en el devenir científico en la sociedad occidental. Ordenados cronológicamente, el primero se remonta a Arquímedes (-287, -211) y el último lo dedica a Robert Goddard (1882, 1945). En esta columna me propongo comentar alguna de estas entradas, convencido de que ese material no es literatura juvenil, sino que contiene verdades esenciales y ejemplos ilustrativos sobre la infinita tarea humana de escudriñar la naturaleza, descubrir sus secretos y sacar provecho de ellos. Creo que recordarlo no debe de ser un asunto nimio para científicos profesionales. Espero que mis comentarios te puedan proporcionar nuevos conocimientos, acercar a personajes poco conocidos —la ciencia casi nunca ha estado en el foco de la audiencia—, o descubrir detalles elocuentes. En cualquier caso, espero que los encuentres útiles. Recibiré encantado tus opiniones en pedro@iiia.csic.es.

Pedro Meseguer

Escucha este nombre: Isaac Asimov. Es muy posible que te suene como un autor de novelas de ciencia ficción del siglo XX, al menos eso es lo que yo creía hasta hace poco, con mi conocimiento generalista y difuso. Al indagar más en su figura confirmé su dedicación a la ciencia ficción en la que escribió novelas fabulosas, pero descubrí su vertiente de divulgador, tanto en la dimensión científica como en la histórica, y su faceta de novelista de misterio. Un autor con una enorme producción —publicó en torno a cuatrocientos libros en toda su vida—, unos conocimientos enciclopédicos, una memoria formidable y una imaginación desbordante. Su amigo Kurt Vonnegut, otro autor estadounidense, un día le preguntó: «¿Qué se siente al saberlo todo?».

            Veamos su historia personal. Isaac Asimov nació en Petróvichi (Rusia) a finales de 1919; era el primer hijo de una familia de ascendencia judía. Tres años después, los padres con dos hijos pequeños emigraron a los Estados Unidos y se establecieron en el barrio neoyorquino de Brooklyn. Allí su padre regentaba una pequeña tienda de golosinas y semanarios, y el joven Isaac se aficionó a las revistas de ciencia ficción que leía a escondidas. Estudió química en la universidad de Columbia, trabajó para el gobierno en la época de la Segunda Guerra Mundial, se doctoró y finalmente entró en la universidad de Boston como profesor de bioquímica. En paralelo, comenzó a publicar relatos originales de ciencia ficción en las mismas revistas que había leido de adolescente. Todo esto sucedió en la década de los 40, y diez años más tarde comenzó a publicar libros. Entre los primeros destaca la colección de relatos Yo, robot (1950), en donde aparecen sus famosas tres leyes de la robótica. Las narraciones están hiladas en torno a la robopsicóloga Susan Calvin, con una estructura sencilla: tras toda su vida laboral en la empresa “US Robots & Mechanical Men Inc”, ella se retira y un periodista la entrevista, situación que sirve de excusa narrativa para introducir los relatos. A partir de ese año, Asimov imprimió una endiablada velocidad de crucero a su producción literaria. Escribió tres grandes novelas de ciencia ficción: Fundación (1951), Fundación e Imperio (1952) y Segunda Fundación (1953), que recibieron un premio a “la mejor serie de ciencia-ficción de todos los tiempos”; posteriormente añadió cuatro novelas más a esta secuencia, dos precuelas y dos secuelas. En 1958 dejó sus labores universitarias para dedicarse exclusivamente a la literatura. En las décadas siguientes su figura se popularizó, acompañada de su característica imagen —con las singulares y pobladas patillas de boca de hacha y las gafas de pasta negra. Al final, la vida le atacó: en una operación quirúrgica se contagió de SIDA y murió unos años después, en 1992.

            Como divulgador histórico se centró en los imperios de la antigüedad y en los procesos de formación de diversos estados. Produjo 14 títulos de esta temática, en una serie que informalmente se ha venido a llamar Historia Universal Asimov. Desarrolló más su faceta de divulgador científico, tocando diversos temas: astronomía, fotosíntesis, el mundo subatómico, el código genético, etc.

El primer libro de divulgación científica que escribió se titula Momentos estelares de la ciencia (1959), donde desgrana 26 episodios que fueron esenciales en el devenir científico en la sociedad occidental. Ordenados cronológicamente, el primero se remonta a Arquímedes (-287, -211) y el último lo dedica a Robert Goddard (1882, 1945). En esta columna me propongo comentar alguna de estas entradas, convencido de que ese material no es literatura juvenil, sino que contiene verdades esenciales y ejemplos ilustrativos sobre la infinita tarea humana de escudriñar la naturaleza, descubrir sus secretos y sacar provecho de ellos. Creo que recordarlo no debe de ser un asunto nimio para científicos profesionales. Espero que mis comentarios te puedan proporcionar nuevos conocimientos, acercar a personajes poco conocidos —la ciencia casi nunca ha estado en el foco de la audiencia—, o descubrir detalles elocuentes. En cualquier caso, espero que los encuentres útiles. Recibiré encantado tus opiniones en pedro@iiia.csic.es.

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